12/12/14

La Peste de 1599, San Roque y Santa Ana

En Villa del Prado existe, conocida por todos, la Calle de San Roque, y los que han conocido en funcionamiento el sistema agrícola de las eras, también recuerdan las llamadas “Eras de San Roque”, que estaban al final de la misma calle. Se llama así ésta calle porque en el pueblo hubo durante mucho tiempo una devoción a éste santo, protector contra la enfermedad de la Peste, y en éste artículo veremos cómo comenzó aquella historia, que está conectada también con un nombre muy femenino: el de Ana. 

Todo comenzó en el año 1599, cuando se produjo una fuerte epidemia de peste en el pueblo, una de las más devastadoras que ha producido ésa enfermedad en la historia pradeña. Desde que la terrible Peste Negra, en sus variantes Bubónica y Neumónica, comenzó su severa aparición en Europa hacia los años 1348-1350, Villa del Prado, como toda España y todo el continente Europeo, sufrió de vez en cuando las acometidas periódicas de la enfermedad. Nos encontramos ésta vez, como ya hemos dicho, en 1599, y en las calles de Villa del Prado comienza a sentirse el miedo. Hay bastantes enfermos en muchas casas y empiezan a fallecer al no disponerse en la época de un remedio médico concreto. Tan solo unos poquísimos sobreviven, sólo porque su cuerpo con sus propias defensas, logra vencer la enfermedad. Las personas, sin todavía una visión médica certera de lo que es la enfermedad, se contagian con facilidad.
Médico de la Peste
Quizá en aquellos días el médico del pueblo hubo de ponerse el traje de seguridad que entonces había para examinar enfermos de Peste: una larga túnica, un velo alrededor de la cabeza y un ancho sombrero; y en la cara, una careta de cartón con un largo pico en la nariz relleno de flores y plantas medicinales, para poder examinar con guantes y una varilla, a una distancia prudencial a las decenas y decenas de pacientes afectados.

Es entonces, cuando la vieja estampa medieval tantas veces retratada por dibujantes y pintores, aparece en las calles de nuestro pueblo: Se decide construir un carro de madera nuevo por parte de las autoridades municipales, para recoger casa por casa a los cuerpos de los muertos por la Peste. Las calles de tierra, las paredes color barro del pueblo, ven pasar al “Carro de la muerte” cargado con cuerpos hacia la Iglesia, cuya torre estaba recién terminada de construír, aunque sin su largo chapitel. Después las ropas del enfermo se queman y las paredes se desinfectan con cal blanca. Pero ello no es ni mucho menos consuelo para los que quedan vivos en las casas, atormentados y tristes sin comprender el porqué de aquel castigo injusto. En ésta ocasión la epidemia estaba siendo más poderosa que otras veces, y el pueblo se vio muy seriamente amenazado. Nadie querría oir hablar de algunas aldeas pequeñas que en el pasado habían incluso quedado deshabitadas por el efecto de la Peste. Sin que la Medicina aún consiguiese un remedio eficaz, los habitantes de Villa del Prado recurrían al Cielo, a lo Divino, para que les ayudase a librarse de aquel horror. Primeramente, como San Roque era el santo al que se rogaba en toda Europa cuando ésta enfermedad atacaba, los pradeños decidieron a partir de entonces guardarle gran devoción.

Imágenes de epidemias de Peste en el siglo XVII

Pero en ésta ocasión también la ayuda llegó por medios mundanos y humanos. En aquellos tiempos de la epidemia, Villa del Prado pertenecía al señorío de La Torre de Esteban Hambrán; y era señora de éstas tierras doña Ana Manrique. Doña Ana, desde su casona señorial, vió tan mal a sus vasallos pradeños a causa de la enfermedad; observó tal amenaza para el pueblo, que autorizó una gran derrama de dinero para costear el tratamiento y gastos que ocasionó la epidemia… Es entonces, cuando los habitantes del pueblo, seguramente en honor y agradecimiento a Ana Manrique, decidieron desde entonces celebrar con todos los honores la Fiesta de Santa Ana, todos los 26 de Julio de cada año. Según nos cuentan los libros del archivo parroquial, en el año 1611, el entonces párroco de Villa del Prado, en nombre de todo el pueblo, y delante de todos los vecinos, hizo un solemne voto y promesa de, a partir de entonces, y por siempre jamás, guardar los pradeños la fiesta de Santa Ana y celebrar su día con toda solemnidad y hacerle una procesión. Se firmó éste voto solemne y promesa ante el escribano del ayuntamiento el día 4 de julio de 1611. No sabemos dónde se produjo ésta reunión, si quizá en la plaza del pueblo, o quizá dentro de la iglesia, pero seguro que fue uno de esos momentos tan especiales en que vemos a todo un pueblo unido celebrando o decidiendo, todos por igual, cualquier cosa, fuere lo que fuere.
Imagen de Santa Ana, (Iglesia de Villa del Prado)

Finalmente, cuando el salvaje embite de la Peste fue remitiendo y alejándose en Villa del Prado, los pradeños también decidieron con su esfuerzo, construir una ermita en honor de San Roque. Ésta ermita se construyó en el año 1615 y funcionó durante alrededor de un par de siglos, dando nombre a la zona donde fue levantada. Finalmente la ermita fue perdiendo uso hasta que fue demolida en 1805. Hoy en dia no queda nada de ella; y es, por tanto, una de las ermitas desaparecidas que tuvo Villa del Prado. Es posible que estuviese situada en donde hoy hay un parque, al final de la actual calle de San Roque, y para siempre quedó el nombre de dicha calle como recuerdo de aquellos días.

La ermita de San Roque, desapareció, como hemos dicho, en el año 1805, y de la imagen del santo se desconoce hasta el momento qué ocurrió con ella, pues no existe en la actualidad, ni se ha encontrado documento que explique a dónde fue a parar. Respecto a la tradición de celebrar con todos los honores el dia Santa Ana, sacándola en procesión, se perdió con el tiempo, quizá en el siglo XIX. A Santa Ana, no se le hizo ermita, pero hoy en dia sí que podemos ver su imagen de madera policromada, una de las más antiguas de la iglesia, con vestido azul y estofados con pan de oro. Actualmente se halla en el museo parroquial, quizá en espera de que el pueblo redescubra que hizo una promesa solemne que debe de seguir cumpliendo; no olvidar el origen de ésta historia,  y quizá todas las Anas que viven hoy en día en Villa del Prado podrían abogar por la recuperación de ésta tradición, y volver a hacer una alegre fiesta a su patrona y sacarla en procesión todos los 26 de julio.

Por Juan Durán.

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