
Valentín Conde nació en Quintanilla del Olmo (Zamora) en 1871. Vivió después en Madrid, y comenzó su carrera taurina toreando por plazas menores, debutando en la capital en el año 1895. Pronto se convirtió en una prometedora figura, de cierta fama en la provincia de Madrid, toreando en Villa del Prado en varias ocasiones, donde la gente del pueblo comenzó a cogerle afecto y simpatía.
En julio de 1899, Valentín Conde se encontraba en Segovia. Un dia de repente, una vaca brava que era conducida al matadero se escapó perdiéndose por las calles de la ciudad. Acercándose a un puesto de venta de huevos, destroza el tenderete y hiere al vendedor y a una mujer que estaba cerca y al niño que llevaba en los brazos. La vaca arremete contra otro puesto de venta de objetos de vidrio y su aterrado dueño. Después continúa una carrera de embestidas contra otros transeúntes giriendo a algunas personas de distinta consideración.
En medio de aquel alboroto apareció Valentin Conde. el cual corrió a su casa, cogió un estoque y volviendo al lugar donde estaba la vaca, se sacó la camisa para utilizarla como muleta y la mató en sólo el primer intento, salvando a las calles segovianas de más destrozos y heridos.
Valentín Conde prosiguió su agenda de festejos aquel verano, y en Septiembre le esperaban de nuevo en Villa del Prado para las fiestas de Nuestra Señora de La Poveda, donde le correspondía torear al día siguiente de la pólvora, el 9 de Septiembre de 1899. Al pueblo llegó el torero, hospedándose como siempre en una habitación de la Posada del Rincón, situada en el rincón de la Plaza Mayor.

Aquellas fiestas de 1899 quedaron empañadas por el trágico suceso. De aquellos días quedaron el recuerdo en la mente de los que vivieron el suceso, recordado durante muchas décadas más tarde, y en la habitación de la Posada donde se alojó el torero, quedó como recuerdo de Valentín Conde un estoque y un capote de toreo. Éstos dos objetos fueron conservados por D. Mariano González Gordo; "El Tío Gallo"; que por entonces tenía alquilada la posada, y posteriormente por su familia. El capote sobrevivió hasta la década de 1960, y el estoque, de hierro, pesado y antiguo, de la vieja tradición taurina; aún se conserva como testimonio de aquellos días.
por Juan Durán.

No hay comentarios:
Publicar un comentario