6/3/08

LOS RELOJES DEL AYUNTAMIENTO


La torreta del reloj del Ayuntamiento de Villa del Prado confiere al edificio un aspecto más esbelto y airoso. estamos acostumbrados a verla como algo cotidiano, pero como tantos elementos típicos del pueblo, tiene su particular historia.

Todo comienza en el año 1855. En aquel tiempo, sobre todo en el medio rural, tener un reloj era algo que no todas las personas de a pie podían permitirse, por lo cual, los relojes públicos desempeñaban desde el siglo XVII un papel muy importante en la vida de ciudades y pueblos. Con sus maquinarias y campanadas permitían a los vecinos llevar un control mejor de su tiempo. En aquel año anteriormente mencionado, Villa del Prado ya tenía un reloj público que pertenecía a la parroquia y estaba situado bajo la espadaña de la iglesia, pero su funcionamiento no debía de estar en buenas condiciones y el ayuntamiento decidió comprar un reloj municipal.

Por entonces, el edificio del ayuntamiento no tenía ningun lugar adecuado para colocar un nuevo reloj, por lo cual hubo de ser necesario construir una torre para poner el cronómetro en un lugar alto y visible. Se construyó pues, la torre, que ocupaba el mismo lugar de la actual. Era ésta antigua torre de 1855 algo más alargada que la actual y estaba toda ella construída en ladrillo de tejar. Tenía varios adornos en sus cuatro fachadas, algunos de ellos en forma de rombos, siguiendo el estilo Neo-mudéjar que estaba de moda en aquel tiempo en España. Sobre la torre se construyó un templete de hierro con un tejadillo tambien de metal en forma de chapitel. En éste templete es donde iría alojada la campana que daría las horas.

La antigua campana era de buena calidad, de bronce, desconocemos por el momento si fue fabricada expresamente para el nuevo reloj o se utilizó de segunda mano procedente de algún otro lugar. (Surge la duda porque en Villa del Prado se comentaba que había en el pueblo una campana procedente de la vieja ermita de San Polo y hasta ahora nadie ha sabido identificar que pasó con aquella campana, en caso de que éste rumor sea verdadero).

Todo estaba listo para que Villa del Prado recibiese su nuevo reloj municipal cuando de pronto el horror se adueñó del pueblo: una epidemia de la enfermedad del Cólera empezó a extenderse por el casco urbano. Se registraron 14 enfermos de aquella por entonces temible infección. El relojero leyó en el boletín de información de Avisos del ayuntamiento lo que estaba pasando y tras marcharse a Madrid, se negó a volver al pueblo para instalar el reloj, con lo cual la instalación quedó paralizada unos meses. Cuando el miedo cesó, el relojero colocó por fin la pesada maquinaria y esfera del nuevo reloj municipal que fue inaugurado en Noviembre de 1855.

Aquel reloj rigió durante muchas décadas las horas del pueblo con su potente campana que según cuentan, se oía desde lugares muy lejanos en el campo. En las grandes fotografías de la plaza del pueblo realizadas a comienzos del siglo XX puede apreciarse aquella primitiva torre con su reloj.

Poco más de un siglo después, en 1965, el reloj, su torre y el edificio del ayuntamiento en general estaban en bastante mal estado, por lo que comenzó una intensa remodelación de todo ello. El tejado, paredes e interior del edificio sufrieron una buena restauración que lo dejó con un aspecto bastante bueno, respetando su balconada de madera y arquitectura castellana. Es digno felicitar aquí a los responsables de aquella remodelación porque dejaron el edificio en un correcto estado de restauración, sorprendente para la época, pues por entonces y sobre todo en los años 70 y 80, lo más habitual en toda España era derribar los edificios antiguos y hacer en su lugar verdaderos bodrios espantosos de la arquitectura, pero en aquel caso Villa del Prado tuvo suerte.

La restauración, a la par que afectó al edificio, lo hizo también al reloj. En el caso del reloj, no pudo restaurarse ni la torre ni el aparato, pues la primera estaba en un estado de inestabilidad tal que amenazaba con irse abajo y llevarse tras de sí la preciosa balconada del ayuntamiento, por lo cual se desguazó dicha torre y se hizo una nueva, algo más baja, pero de estética respetuosa con el estilo del edificio, y mejor integrada y asentada en la estructura del mismo. Desapareció el viejo templete de hierro y fue sustituído por otro templete con adornos barrocos de forja de hierro, que quizá adolece de la airosa aguja puntiaguda que tanta gracia daba al anterior. Se instaló en el interior de la torre un nuevo reloj moderno con una esfera más grande que la del anterior e iluminada por dentro con luz eléctrica. Con la campana llegó la polémica, pues se corrió pronto la voz por el pueblo de que la antigua campana se la habían llevado los relojeros y habían puesto una más pequeña que sonaba menos, que es la que hay hoy en día, lo cual no sentó bien a muchos vecinos. En todo caso, el reloj municipal sigue acompañando hoy en día a todo aquel que pase por la plaza y su conocido sonido escuchándose los días silenciosos desde las huertas y terrenos de las afueras.


Juan Durán

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