En un anterior artículo hablábamos de las campanas existentes en uso en el término de Villa del Prado, y que como bien cultural sonoro, constituyen una más de las fuentes patrimoniales en ése sentido de cada lugar. Un toque de campanas a base de repetirse durante décadas e incluso siglos, puede identificar sonoramente a un pueblo o ciudad. Se trata de un bien cultural inmaterial. Si no que se lo digan a los habitantes de las orillas del río Támesis en el viejo London, y a la miríada de turistas que todos los años van a escuchar determinado repique de campanas inconfundible por aquellos lugares; o sin ir más lejos, a cualquiera de los vecinos de cualquier aldea española, cuyas campanas son el sonido del pueblo cada día. Pues bien, dentro de nuestro término municipal pradeño, la urbanización El Encinar del Alberche, contaba con su propio patrimonio campanológico; pues la moderna iglesia que se construyó allí en 1968 tiene su campanario, y si no me equivoco, tenía tres ejemplares de campanas; lo cual, ayudaba a que, dentro del aspecto homogéneo, plano, y aparentemente falto de cosas "tradicionales", que tienen todas las urbanizaciones; El Encinar tuviese en sí misma un poco de ése "algo", que la ayudaba a contar con elementos un poco "de pueblo" y de tradición propias. Si El Encinar hubiese contado con un toque de campanas programado propio, éste con el paso del tiempo, hubiese sido sin duda un elemento cultural "inmaterial" para el lugar. Ésto iba a llevarse a cabo, pero desgraciadamente se llegó tarde.
En éste año de 2012, al parecer, el párroco de Villa del Prado se decidió a electrificar las campanas de El Encinar del Alberche para que éstas sonasen todos los días automáticamente. Cuando el proyecto se iba a llevar a cabo durante la primavera, la totalidad de las campanas de la urbanización habían desaparecido. El campanario de El Encinar consiste en una simple estructura de hierros, separada del edificio de la iglesia y muy próxima a la valla exterior del recinto. Por allí, alguien desconocido, robó las campanas de la urbanización. Según nos contaba una de las encargadas del cuidado y mantenimiento de la iglesia, primero desapareció una de las campanas, y hacia el mes de marzo, todas las demás.
Desgraciadamente a veces, en aldeas y pueblos aislados se han producido robos de campanas. Es en la soledad y el silencio cuando los miserables actúan con camiones provistos con grúas para llevar a cabo sus execrables actos carroñeros. Ésta vez ha sucedido en El Encinar. Desconocemos los métodos empleados para burlar la seguridad de la urbanización y para actuar de los ladrones. Afortunadamente en la actualidad la Guardia Civil y otras fuerzas de Seguridad del Estado ya están alerta sobre el peligro de robos de campanas en el medio rural, que se han incrementado entre otras cosas a causa de la crisis económica. Por ejemplo en la zona de Galicia, donde las pequeñas aldeas rurales son más frecuentemente blanco de los ladrones de campanas, se ha incrementado la vigilancia. En Cataluña ha sido detenido, por ejemplo, un ladrón de campanas, como fruto de éstos incrementos de vigilancia especial sobre robos en el medio rural. Si las campanas tienen un valor histórico o antigüedad notable, su robo además se convierte en un verdadero atentado contra el patrimonio histórico de nuestra nación, y algo que debería castigarse con inquebrantable dureza, considerándose como lesión y atentado contra todo el país, su identidad y su cultura. Deseamos desde aquí que se recuperen todas o al menos el mayor número de campanas robadas posibles en los últimos tiempos en toda España, y que las de El Encinar pronto puedan volver a su sitio, en el cual fueron instaladas con tanta ilusion y esfuerzo de unas personas que deseaban equipar a su urbanización con un elemento sonoro característico.
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