Dentro del amplio surtido de fuentes tradicionales y manantiales que se encuentran en Villa del Prado, nos encontramos con la fuente de La reguera.
Ésta fuente está dotada de un encanto muy particular. Se encuentra a poca distancia de la ermita del Cristo de la Sangre, y recoge las aguas de un abundante manantial que en tiempo de mucha lluvia desborda la fuente creando grandes charcos y regueros en sus alrededores. El lugar está cobijado por tapias y muro de piedra y sobre todo, por una gran fronda de zarzas moreras y arbustos, tras los cuales se alza un pequeño pinar. La fuente consiste en una caseta hecha con grandes losas de piedra de granito, con un tejado plano también de losas. En la parte frontal se abre una puerta o hueco en forma de arco. Dentro de la fuente se recogen las aguas en el fondo de la caseta. Su aspecto siempre sorprende y recuerda al de ciertos monumentos funerarios prehistóricos, como los dólmenes, pero sencillamente es una bonita y antigua fuente de Villa del Prado. En sus alrededores se encuentran unos poyos de piedra para descansar.
Juan Durán
Me parece interensantísimo tu blog, sobre todo para, los que como yo, no hemos nacido en Villa del Prado. Pienso leermelo entero poco a poco y si no te importa voy a poner un enlace en mi blog. Por cierto, si sabes cosas 'antiguas' sobre El Encinar te agradecería que las pusieras. Gracias.
ResponderEliminarCuriosa esta fuente que siempre hasta mayo tenía agua limpia, poca, pero que humedecía con humildad el camino y que desde cuatro años está totalmente seca, pues se corto el manto acuífero que la mantenía. No obstante aún hay otras vivas y bebibles, mas sólo dos aprueban la remontada de septiembre con un goteo fresco y aliviador. El Turco,Valdegatos, Picañejo y Reoyo son parte aún de la memoria de muchos jóvenes. Todo un placer, que sólo saben quienes lo hicieron en su infancia
ResponderEliminar"¡Vamos a por agua,J... y lo que me resultaba una perrera de día, incluso de madrugada, era una delicia por la noche, un paseo refrescante lleno de ruidos nocturnos, grillos, brisa y el continuo y sedante y cantarín de chorro de la fuente; el olor a paja y a trigo de las eras cercanas, el horizonte lleno de luces, que identificaban los distintos pueblos en treinta de kilómetros a la redonda con sus tintineantes luces,...bueno, creo que me pasé: son cosas de antaño y de otro pueblo. Pero las fuentes y su paisaje nocturno forma parte de muchas gentes y muchos pueblos y estoy seguro que éste también tenía su noches de verano camino de la fuente. JeA.